Aroa Villar Moreno 2ºC ¡Adoro la pintura! Hace tres meses que me dejó mi pareja, y mi hermano piensa que debería salir con más personas, para, así, ver si encuentro a mi chico ideal. Una mañana me desperté con una nota, sobre la mesita de noche, escrita por mi hermano. Decía así: -“Quiero que rehagas tu vida, así que te he inscrito en un curso de pintura, y seguro que habrá mas personas allí para rehacer sus vidas también”. Tras la nota había una dirección y una hora. ¡Faltaba media hora! No me dio tiempo para ducharme, pero me lave los dientes, me vestí lo mas rápido que pude y salí pitando. ¡Cuando una chica tiene 19 años, tiene que pensar en lo que ponerse y en lo que debe hacer! Cuando llegué, por fin, al lugar de la nota, pensé que era una broma. Era un pequeño piso, en la segunda planta. Sin ascensor. Subí corriendo las escaleras y vi que tan solo había tres personas allí. Aun faltaban cinco minutos. Había dos hombres y una mujer, y decidí sentarme junto a esta. Se llama Claudia, y tenía 21 años. Los hombres parecían tener los mismos años que Claudia. Al empezar la clase, ya éramos 8 personas, y la pintora. Era muy guapa, y se explicaba muy bien. Empezamos a pintar sobre los blancos lienzos que había a nuestro frente. La sesión me pareció muy corta, aunque fueron 2 horas. Cuando llegué a casa, mi hermano me preguntó cómo fue el día. Yo le respondí: -Quizá no sea mi sitio, pero dicen que pinto bien-. Jesús, mi hermano, quiso saber más sobre cómo me fue, y sobre las personas que había allí con migo. Fui hacia el baño, y mientras tanto, Jesús llamó por teléfono a la pintora. Quería que viniesen un día, todos los de ese curso, para comer en casa. La pintora aceptó. Dos días después, al despertar, me di cuenta de que eran las 14:00 de la tarde. Me levanté y me sorprendí. La pintora y los alumnos del curso estaban sentados alrededor de la mesa de la cocina. Jesús parecía estar hipnotizado con Gloria, la pintora. -Creo que le gusta-. Me dijo Claudia. Al principio parecía que no, pero Gloria tampoco dejaba de mirar a Jesús. Parecía haber entrado en trance. Marcos, uno de los chicos del curso, me preguntó si quería ir a cenar con él, y yo asentí. Era un chico de 20 años, y muy guapo. Me puse roja como un tomate. Al irse todos, Jesús me preguntó: -¿Cómo se llama ese amigo tuyo? Es que el de tu profesora ya me lo sé-. Dijo mientras sus mejillas se iban poniendo coloradas. -Se llama Marcos, y me ha pedido ir a cenar con él-. Dije. Se me quedó mirando y sonrió. Después me dijo que él tenía razón con lo del curso, porque así seguro que encontraba a alguien. Más tarde empecé a vestirme, pero ésta vez me dio tiempo para ducharme. ¡Tenía una cita! ¡Fue fantástica! Como sacado de una película romántica. Al día siguiente, en el curso, Gloria nos dio une pequeña noticia. -Lo siento chicos, pero me tengo que ir a Barcelona. Y tengo que salir hoy, ya que de León a Barcelona hay 800 kilómetros-. Dijo con mala cara. Cuando llegué a casa, fui corriendo a contarle a mi hermano lo que nos había contado Gloria, pero parecía ya saberlo. Estaba preparando la maleta. -¿A dónde crees que vas, Jesús? Tengo que contarte algo, es sobre Gloria. -Ya lo sé, por eso me voy a Barcelona, a buscarla y estar con ella, pero te echaré de menos-. Dijo cerrando la maleta. Quise detenerlo, o al menos intentarlo, pero recordé todo lo que Jesús había hecho por mí, por verme feliz. Así que no sería yo quien rompiese el sueño de mi hermano. Salimos de casa y nos dirigimos hacia la estación de tren. Jesús ya había comprado el billete por teléfono, antes de que yo llegase a casa. Subió al tren y le dije: -¡Cuídate, la pintora puede dar contigo, dispone de una lupa increíble!-. Ya que era muy observadora y atenta. El tren se fue rápido, y mi hermano solo oyó la palabra “cuídate”. Al llegar al portal de casa, vi a Marcos ante él. No sabía que iba a venir, ya que nos habíamos visto por la mañana, en el curso. Marcos y yo empezamos a salir, y Jesús me llamaba cada semana. Pasado 1 año, Jesús y Gloria volvieron a León, pero casados. Pero yo aún no estaba preparada para ese gran salto con Marcos. Cuando volvieron, nos contaron cosas maravillosas; como su boda, los viajes al extranjero... Me sentí muy feliz al ver a Jesús tan contento con Gloria. Y así fueron nuestras vidas. Al fin, con un rumbo fijo hacia la libertad. Hoy, ya han pasado 4 años, y Jesús tiene dos hijos preciosos; y por fin, Marcos y yo nos casamos, hace ya 1 año. ¡No quiero que anda de mi vida cambie!