En distintos territorios, junto a otros tipos de expresiones, “el ramo” es una importante manifestación del patrimonio etnográfico, que en esta provincia de León es muy diverso, debido, sin duda, a su gran extensión, así como a la variada orografía y riqueza de las comarcas y subcomarcas que la componen.
El origen de esta manifestación, al igual que el de otras, procede del sustrato histórico y cultural. Y, en él, bajo muchas de las devociones religiosas, asoman ciertas creencias y costumbres paganas, cuya raíz podría remontarse a los antepasados astures y cántabros, pobladores en época prerromana.
Culto a los espíritus de la vegetación, cuyo poder fecundante se solicita con adornos de colores (fiesta, alegría…), mediante cintas de telas, frutos y vegetales variados, como frutos secos (nueces, avellanas, almendras, castañas...), frutas (manzanas, naranjas) y no faltan los bollos de pan dulce y las “rosquillas de baño”, junto a las llamadas “rosquillas de pascua”.
Se trata, a mi entender, de la expresión de “deseos” para que en el tiempo venidero se cumplan: buenas cosechas, una boda, evitar accidentes y enfermedades... y, en aquella, que ya nos parece muy lejana, “el deseo de no pasar hambre y poder disponer de algo más como eran los “dulces para la fiesta” (que se hacían de “tarde en tarde”).
Hoy día, el ramo debería llevar colgados –siguiendo los significados de la tradición- deseos de: buena educación, buena política, responsabilidad social, responsabilidad medioambiental, y para los “más” jóvenes, “el móvil más…, MP-4 más…, la moto más…, el juego electrónico más…
(Pequeño resumen, de tan larga historia, para el que me apoyé, entre otros, de lo manifestado por Dña. Concha Casado, D. Alejandro Valderas y D. José Luis Puerto).
Este ramo que, al colectivo mostramos, sirva de recuerdo de, nuestros antepasados y sus vidas a la vez que con su “enseñanza”, desear que tengamos para cubrir las necesidades sociales básicas, cual son el trabajo digno, la sociedad digna y, cómo no, la diversión digna. |