Con motivo del Día Internacional de las Mujeres mañana 8 de marzo de 2018, aquí os dejo el enlace al cartel del Instituto de la Mujer: enlace.
También, podéis ver aquí debajo otro con las actividades programadas en León por el Ayuntamiento.
En el corazón de cualquier cocina industrial o profesional —ya sea en un restaurante de alta cocina, un comedor escolar o la cocina central de un hospital— hay una verdad incontestable: el fuego, tan útil como peligroso, no da segundas oportunidades. Por eso, cuando hablamos de seguridad en cocinas profesionales y escolares, no hay debate posible: los sistemas de extinción automática en campanas industriales no son una opción, son una necesidad.
La normativa española, respaldada por directivas europeas, ya lleva años advirtiendo que las campanas extractoras en cocinas de más de 20 o 50 kW —según el tipo de establecimiento— deben contar con un sistema de extinción automático. Pero más allá del imperativo legal, la razón de fondo es inapelable: proteger vidas humanas y evitar pérdidas millonarias por incendios descontrolados.
Las cocinas industriales concentran todos los ingredientes para que un incendio se declare en segundos: temperaturas extremas, grasas acumuladas, aceites en ebullición, llamas abiertas, descuidos humanos. Y en un colegio o centro educativo, el peligro se multiplica, no solo por el número de usuarios, sino por su vulnerabilidad.
Un sistema de extinción automática detecta el fuego incluso antes de que los sentidos humanos reaccionen. En segundos, sin intervención humana, lanza el agente extintor sobre la zona afectada —generalmente en la campana, donde se origina la mayoría de los fuegos de grasa—, sofocando el incendio y cortando la propagación.
A día de hoy, dejar una cocina profesional sin este sistema es jugar a la ruleta rusa con aceite hirviendo.
Como explicamos en nuestro análisis sobre extinción cocinas, estos sistemas no solo salvan vidas: salvan negocios.
El Código Técnico de la Edificación (CTE), en su Documento Básico de Seguridad en caso de Incendio (DB SI), establece que toda cocina con potencia térmica superior a:
debe contar con un sistema automático de extinción. Y no es cuestión de interpretación. Es obligatorio.
El cálculo se realiza sumando la potencia térmica de los aparatos de cocción (freidoras, fogones, hornos, etc.). Por ejemplo, una freidora de 10 litros equivale a 10 kW.
Además, existe un beneficio regulatorio nada desdeñable: instalar un sistema automático puede permitir que esa cocina deje de estar clasificada como “espacio de riesgo especial”, lo que reduce costes de construcción y medidas adicionales.
Muchos profesionales se preguntan por el precio sistema automático de extinción de incendios en cocinas, y aunque varía según el tipo de instalación, la inversión siempre resulta irrisoria comparada con el coste de un solo siniestro.
Las campanas extractoras no solo aspiran humo: también acumulan grasa inflamable. Ahí, en ese punto crítico, es donde los sistemas automáticos actúan con más eficacia. ¿Cómo?
Es un sistema autónomo, eficiente, rápido. En segundos puede evitar lo que de otro modo supondría cerrar un negocio durante meses o arriesgar vidas en entornos escolares.
Así lo han detallado en este blog sobre cocinas industriales, donde repasan casos reales de extinción automática en funcionamiento.
Porque no todo vale. La norma UNE 23501:2017 marca los requisitos técnicos y de homologación para los sistemas de extinción automática en cocinas. Solo las empresas acreditadas como Instaladoras PCI (Protección Contra Incendios) pueden llevar a cabo estos trabajos, y deben entregar:
Sin esta documentación, el sistema no es legal, ni operativo, ni asegurado. Y eso, en caso de siniestro, lo cambia todo.
Un buen sistema no solo extingue incendios: reduce el riesgo desde el minuto uno. ¿Cómo?
En sectores donde cada hora sin operar supone cientos o miles de euros perdidos —hostelería, colectividades, restauración escolar— esto no es un lujo. Es una cuestión de supervivencia económica y reputacional.
Quien ha sufrido un incendio en cocina lo sabe: las llamas no avisan, y el seguro no siempre cubre si no hay sistema homologado. De ahí que invertir en sistemas automáticos de extinción en campanas industriales sea una estrategia de negocio, y no una partida secundaria.
El retorno de esta inversión se mide en tranquilidad, continuidad de servicio y cumplimiento normativo. No hay chef, cocinero, director de centro o gerente que no prefiera dormir tranquilo sabiendo que su cocina está protegida incluso en su ausencia.
En el caso de las cocinas escolares, la cuestión adquiere otra dimensión. Los menores no solo no pueden reaccionar ante una emergencia, sino que dependen de la diligencia de quienes dirigen esos centros. ¿Qué padre aceptaría que la cocina del colegio de sus hijos carezca de protección automática contra incendios?
La implantación de estos sistemas debe ser prioritaria en comedores escolares, campamentos, residencias infantiles o cualquier entorno educativo. El cumplimiento normativo es importante, pero lo esencial es el compromiso con la seguridad infantil.
El fuego forma parte del alma de una cocina, pero solo cuando se controla. Y para controlarlo, en entornos donde la producción es masiva y la exposición al riesgo es diaria, no basta con extintores manuales ni buenos propósitos.
La extinción automática en campanas industriales es la única garantía real de seguridad. Es el lenguaje moderno de la prevención, el antídoto frente al caos, la diferencia entre un susto y una tragedia.
En un país donde la hostelería es motor económico y los centros escolares son templos de responsabilidad, la instalación de sistemas automáticos de extinción es un gesto de excelencia, profesionalidad y sentido común.